La mayoría de la población es comedora compulsiva de manera inconsciente. Esto significa que el uso que hace de la comida tiene la finalidad de tapar o compensar algún tipo de carencia emocional. El efecto que esto tiene sobre el cuerpo en forma de obesidad o enfermedad no suele asociarse al uso disfuncional en la manera de comer o los alimentos que se eligen, y tiende a justificarse con cuestiones genéticas hereditarias o defectos en el metabolismo. Debido a que este tipo de adicción está normalizada e incluso apoyada socialmente, la mayoría de la gente no se da cuenta de que la tiene. A continuación vamos a ver algunos indicios que pueden ponernos en alerta sobre esta adicción tan extendida:
La persona adicta a la comida basa su satisfacción emocional diaria en los momentos que dedica a comer
Es como si el día fuera sólo un trámite que lleva de un momento de satisfacción por comer al siguiente. Si piensa que tiene que prescindir de una comida, o de algún elemento dentro de la comida, como el postre, siente una gran ansiedad e incluso puede volverse agresiva.
Su vida social gira en torno a la comida
Las personas con este tipo de adicción organizan su vida social en torno a la comida. Cualquiera puede pensar que reunirse para comer es algo normal en nuestra sociedad, pero para el adicto tiene una connotación más profunda. Se podría afirmar que justifica socialmente su adicción de esta manera, ya que para él lo verdaderamente importante es la satisfacción emocional que siente al comer, y de manera secundaria el motivo de la reunión.
El adicto a la comida busca saciarse cuando come para mitigar la sensación de vacío emocional que siente
Debido a un estado depresivo crónico, al sentimiento de pérdida o cualquier otra razón, la persona adicta a la comida intenta mitigar esa emoción que se experimenta a la altura del plexo solar, produciendo una sensación de satisfacción que se siente cuando se come en exceso. Temporalmente siente que su sensación de vacío ha desaparecido. Pero esto sólo se puede mantener durante unos minutos u horas. Cuando el efecto saciante de la comida desaparece, la emoción que está produciendo la incomodidad no se puede seguir ocultando, con lo cual se requiere de nuevo volver a buscar la satisfacción a través de la comida, manteniendo de esta forma un círculo vicioso. Como ocurre con cualquier adicción, la cantidad a ingerir cada vez es mayor, puesto que el efecto saciante va perdiendo poco a poco su efectividad y el cuerpo se va adaptando a cantidades de comida cada vez mayores que se necesitan para obtener el mismo efecto. A partir de cierto punto, es posible que la persona acepte incluso la autodestrucción como única opción.
La adicción a la comida retroalimenta el sentimiento de culpa
Toda búsqueda de placer físico produce inevitablemente un sentimiento de culpa debido a la identificación con el cuerpo. La identificación con el cuerpo implica necesariamente la negación de la realidad espiritual. Esa es la verdadera causa del sentimiento de culpa asociada en este caso a la comida. La persona no se siente culpable por comer, sino porque en un nivel más profundo e inconsciente sabe que está tomando una decisión con respecto a sí misma que se opone frontalmente a su verdadera naturaleza. Al haberse identificado como cuerpo, ha establecido las reglas que cree que le darán felicidad. Esto hace que se ponga automáticamente a las órdenes del sistema de pensamiento del ego basado en la insuficiencia proyectada sobre el cuerpo, lo cual significa que lo que éste haga nunca será suficiente. La frustración a partir de ahí está garantizada.
El adicto a la comida suele creer que el único síntoma de esta adicción es la obesidad
La adicción a la comida implica que la persona ha perdido el control sobre lo que ingiere. Esto significa que la comida, por exceso o por defecto, gobierna su vida. Un ejemplo de esto son las personas que están obsesionadas con la cantidad que deben ingerir y se sienten culpables cada vez que se exceden de esas cantidades. En ese caso sigue siendo la comida la que determina sus emociones.
La persona adicta a la comida pasa su vida haciendo dietas
Debido a que no ha identificado el problema al nivel de las causas, cree que algún día tendrá la fuerza de voluntad suficiente como para hacer la dieta definitiva que dará resultados. Cada intento frustrado va mermando más y más su autoestima, cayendo en una espiral cada vez más profunda de sentimiento de fracaso e impotencia, llegando en muchas ocasiones a dar la situación por perdida. Aparecen los comportamientos disfuncionales, como la mentira, la justificación o el victimismo, en un intento por mantener una imagen coherente ante sí misma, pero todo ello a costa de la disociación que esto implica con respecto a lo que realmente está pasando.
La disfuncionalidad con la comida se extiende a otras áreas de su vida
La transferencia en el aprendizaje conlleva que el comportamiento disfuncional intoxique otros aspectos de la vida personal, como el orden, la economía, las relaciones de pareja, la limpieza o la puntualidad, ya que el adicto a la comida ve justificado un sentimiento de culpa que puede tomar esa forma en su vida cotidiana.
Debido a que el adicto está profundamente sumergido en esta situación circular, es difícil que pueda liberarse solo. Por esta razón los grupos de apoyo a personas con esta adicción tienen tanto éxito. No hay que olvidar que la razón por la cual ha llegado a esta situación está relacionada con aspectos mentales y emocionales no resueltos, y la interacción con un grupo de personas que tienen un mismo propósito de sanación actúa como catalizador e impulsor del esfuerzo individual, poniendo orden en todos esos aspectos causantes de un comportamiento disfuncional como el de comer compulsivamente.
Andrés Rodríguez