“A los mensajeros del miedo se les adiestra mediante el terror, y tiemblan cuando su amo los llama para que le sirvan. Pues el miedo no tiene compasión ni siquiera con sus amigos. Sus mensajeros saquean culpablemente todo cuanto pueden en su desesperada búsqueda de culpabilidad, pues su amo los deja hambrientos y a la intemperie, instigando en ellos la crueldad y permitiéndoles que se sacien únicamente de lo que le llevan. Ni el más leve atisbo de culpabilidad se escapa de sus ojos hambrientos. Y en su despiadada búsqueda de pecados se abalanzan sobre cualquier cosa viviente que vean, y dando chillidos se la llevan a su amo para que él la devore.
No envíes al mundo a esos crueles mensajeros para que lo devoren y se ceben en la realidad. Pues te traerán noticia de carne, pellejo y huesos. Se les ha enseñado a buscar lo corruptible, y a retornar con los buches repletos de cosas podridas y descompuestas. Para ellos tales cosas son bellas, ya que parecen mitigar las crueles punzadas del hambre. Pues el dolor del miedo los pone frenéticos, y para evitar el castigo de aquel que los envía, le ofrecen lo que tienen en gran estima.”
Sí. Se trata de un extracto de Un Curso de Milagros, y no de una historia sacada de algún libro de terror gótico de principios del siglo XIX. Está hablando de la bestia interna y su modus operandi. En todos los años que llevo dedicándome a impartir el curso siempre he observado lo mismo; el estudiante, tarde o temprano, debe enfrentarse a esa bestia. Y el resultado es prácticamente el mismo: la bestia gana.
Pero para comprender mejor esta cuestión tenemos que hablar de la estupidez humana y una marcada tendencia al “buenismo”. Éste se puede observar en todos los ámbitos de la sociedad. Se ve en la política, en la religión, en los medios de comunicación, y por supuesto, en el entorno de Un Curso de Milagros. Podríamos decir que se ve especialmente en el ámbito espiritual debido a que cuando se mencionan conceptos tales como “amor”, “perdón” o “prójimo”, la bestia interna no duda en hacerlos suyos para recubrirse con ellos y pasar desapercibida. Y eso hace que el estudiante, generalmente ignorante de sus propios procesos mentales y dedicado al asesinato silencioso, ponga en duda cuál es su verdadera intención, al utilizar estos conceptos de esa manera. Pero el curso tiene algo que decir al respecto:
“El concepto de ti mismo que el mundo te enseña no es lo que aparenta ser, pues se concibió para que tuviera dos propósitos, de los cuales la mente sólo puede reconocer uno. El primero presenta la cara de inocencia, el aspecto con el que se actúa. Esta es la cara que sonríe y es amable, e incluso parece amar. Busca compañeros, contempla a veces con piedad a los que sufren, y de vez en cuando ofrece consuelo. Cree ser buena dentro de un mundo perverso. Este aspecto puede disgustarse, pues el mundo es perverso e incapaz de proveer el amor y el amparo que la inocencia se merece. Por esa razón, es posible hallar este rostro con frecuencia arrasado de lágrimas ante las injusticias que el mundo comete contra los que quieren ser buenos y generosos. Este aspecto nunca lanza el primer ataque. Pero cada día, cientos de incidentes sin importancia socavan poco a poco su inocencia, provocando su irritación, e induciéndole finalmente a insultar y a abusar descontroladamente.”
Observa cómo el párrafo anterior utiliza la ironía al reproducir el modo de pensar de quienes se sienten víctimas del mundo para no asumir la responsabilidad de sus propios pensamientos. Dice el curso que el concepto que tienes de ti mismo tiene dos caras. Una acabamos de describirla. Hace falta comprender ahora qué es lo que trata de ocultarse con ella, porque esa es la parte que debe ser expuesta a la luz, algo que ocurre en raras ocasiones. Y si alguien se atreve a hacerlo y apuntar hacia la sombra siniestra que se oculta en lo más profundo de cada uno corre el riesgo de ser crucificado. ¿Te suena la historia? Porque se repite cada día, independientemente de la forma que adopte.
Si alguien comete la osadía de mirar debajo de la cara de inocencia para ver al asesino interno que se esconde tras ella puede producir violentas reacciones, especialmente en las personas dedicadas a reforzar sistemáticamente ese aspecto de su personalidad. Recuerdo una ocasión en un grupo de estudio en el que durante una mañana se había idolatrado mi personaje y su función. Por la tarde comencé a levantar levemente las alfombras de esa cara de inocencia, y durante aproximadamente cuatro horas fui “crucificado” despiadadamente por unos veinte "amorosos" estudiantes del curso. Más allá del aparente dramatismo de la escena era divertido observar lo predecible de los mecanismos automáticos de la bestia. Por la mañana era considerado un enviado del Cielo en la tierra y por la tarde el mismísimo Lucifer. Esta escena se ha repetido en diversas ocasiones. He de decir que el resultado es siempre el mismo, y finalmente algo hace que todo se ordene poco antes de que termine la reunión. Algunos se quedan con la mirada perdida en el suelo durante un rato, preguntándose qué ha pasado y de dónde salió esa bestia que les hizo actuar de esa manera. En otras ocasiones la manifestación del asesino interno no es tan evidente y, a lo sumo, se le ve removerse en la silla, producir síntomas físicos de incomodidad o directamente salir de la sala.
Alguien podría preguntarse qué es lo que se dice que hace que la sombra se retuerza de esa manera. La respuesta es muy simple; hablamos de ella y de sus mecanismos. Porque si algo la mantiene a salvo es no atreverse a mirarla de frente a los ojos o encubrirla con palabras amables y amorosas. Pero si crees que la palabra “bestia” es demasiado exagerada para referirnos a esa tendencia asesina en la mente, vuelve a leer el párrafo con el que comenzamos este artículo.
En el ámbito de Un Curso de Milagros hay una verdadera adoración a esta bestia, inducida por personas autoproclamadas maestros o facilitadores del curso. Esta adoración está relacionada con la protección de la misma, evocando todo aquello que apunta en la dirección contraria para distraer la atención. La consigna parece ser no hablar de lo que inquieta o molesta de alguna manera al “amo”. Entonces, el discurso simplista hace alusión a conceptos generales plastificados y predigeridos que directamente no son comprendidos ni plantean ningún reto al estudiante, al no estar presentados en un contexto que éste pueda relacionar con su experiencia directa. Este puente que no se establece para facilitar la comprensión es una garantía de que el mismo maestro no tendrá que verse expuesto a recibir preguntas incómodas que pongan en evidencia su falta de experiencia con respecto a su propio infierno interior y la manera en que ha lidiado con él, cosa que, de haber ocurrido, sería lo único que podría brindar algo de esperanza a quienes se encuentran aún totalmente perdidos en él. Pero como no se puede hablar de lo que no se sabe, se emprende una huída hacia arriba, al nivel de la abstracción intelectual, y mientras los ignorantes le intentan encontrar forma a las nubes que el falso maestro les presenta, no tienen que preguntarse acerca de eso que sienten que les llevará a entregarse a la ira desatada o al victimismo en sus relaciones poco después de que salgan de esa luminosa reunión, en la que los trileros espirituales han jugado su juego intelectual mediante abstracciones y sonrisas bobaliconas, cosa que ya hacían hace algunas décadas los telepredicadores con bastante éxito.
Y todo esto sería simplemente algo gracioso, entretenido o anecdótico de no ser porque mientras los buscadores se entretienen con este circo y sus personajes, la bestia lo sigue utilizando para ejercer su férreo control sobre la mente y las emociones, manteniendo atrapado al individuo en una prisión que está lejos de entender, y más aún de trascender. Este no es un curso para curiosos. Tampoco es un curso para aquellos que aún están cómodos en sus celdas siendo succionados diariamente por sus amos psíquicos. Es un curso para los pocos que tienen el valor y la osadía de ir más allá del jardín de infancia en que se ha convertido la espiritualidad hoy en día. Este artículo pretende simplemente describir la situación tal como es actualmente. Por la función que llevo a cabo tengo conocimiento en primera persona sobre lo que aquí se está diciendo. He estado cerca de muchos de esos conocidos maestros, he hablado en profundidad con ellos y he visto que su sonrisa es directamente proporcional a la sombra que ocultan. Algunos de ellos han sido alumnos míos y conozco bien sus autolimitaciones y sus miedos. Se dan todo tipo de situaciones. Quienes reconocen sentir miedo y no estar dispuestos a ir más allá de él mientras simultáneamente imparten el curso, reconociendo que su nivel de superficialidad sólo podrá atraer a estudiantes del mismo nivel. Personas con trastornos de la personalidad y diagnosticadas psiquiátricamente que deciden que han sido llamadas para impartir esta enseñanza. Adictos a la droga que utilizan el curso como forma de tener relaciones íntimas con sus alumnos. Personas que nunca han tenido una relación de pareja funcional ofreciendo cursos sobre relaciones de pareja. Maestros que ocultan sus relaciones íntimas con otras personas a sus parejas, mientras que otros ocultan su homosexualidad a sus mujeres. Todas estas situaciones aquí descritas son reales y están ocurriendo en este momento, hacen referencia a maestros sonrientes del curso que hablan del amor y del perdón y su seguimiento es bastante popular. Nada de eso es enjuiciable, y simplemente forma parte de la sombra que se abate sobre aquellos que se empeñan en ocultarla. Mientras haya miedo a aprender aparecerán este tipo de maestros para darle forma a las resistencias de los estudiantes. Hay tan pocos maestros auténticos como alumnos realmente comprometidos con su aprendizaje. ¿Cómo podría ser de otra manera? Aún así, nadie está donde está por casualidad, y conocer qué es lo que ocurre puede poner en conciencia al buscador sobre aquello que realmente está buscando y dónde lo está buscando. La salvación nunca ha sido ni será popular en este mundo que niega sistemáticamente la realidad. El miedo a la redención es mucho mayor que el miedo al mismo infierno, y por esa razón son pocos los que se aventuran a ir más allá de sus límites.
Se ha observado también que un estudio en profundidad del curso produce un intenso revulsivo en la mente y en las emociones de los estudiantes, como cuando a un poseído se le arroja agua bendita sobre la cara, y la diferencia entre la función de terapeuta y la de exorcista apenas se puede notar. Esa es la verdadera situación que hay en lo que respecta al estudio del curso. De los cientos de estudiantes que han pasado por los grupos de estudio durante años, aquellos que se han enfrentado a su bestia interior y aún se mantienen en dominio y responsabilidad de su propia sombra se pueden contar con los dedos de una sola mano. La gran mayoría de turistas espirituales sigue deambulando de un lado para otro como hojas llevadas por el viento, confundiendo las fluctuaciones con los cambios, y convocando en su experiencia testigos que reafirmen su autoengaño en forma de maestros que lo mismo venden espiritualidad que un producto de limpieza para la ropa.
Estas líneas son una invitación a ser escéptico, y no a atacar. A discernir. A llamar a las cosas por su nombre, y no a encubrirlas. Aunque la mayoría está programada para pensar de manera simplista y ver ataque por todas partes, a pesar de que el curso afirma que el ataque no es posible, los que quieran ver e ir más allá de las formas comprenderán. El engañador interno ha infiltrado todas las posibles vías de escape de la mente, y con el curso no iba a hacer una excepción. Es muy hábil con las palabras y los conceptos, y tu mente debe estar muy bien afinada para descubrir el engaño. Recuerda la ignorancia y simpleza humana y no caigas en ella. ¿O crees que se puede esperar algo diferente de una naturaleza que ha negado la realidad y se ha identificado con lo limitado? La historia siempre se repite hasta que alguien se da cuenta de la trampa. Entonces deja a un lado la cruz y ya no se le ve más en el campo de batalla. Mientras eso no ocurra, la locura campará a sus anchas revestida de espiritualidad y palabras grandilocuentes, deambulando entre la destrucción como un ángel siniestro. Y si estas palabras consiguen activar el entendimiento en ti, enhorabuena, porque no estás del todo muerto, y los encantadores de serpientes, con sus máscaras felices, no podrán engañarte del todo. El asesino interno se ríe de ellos porque son sus siervos fieles, y están tan comprometidos con la oscuridad como tú deberías estarlo con tu liberación.
“Puede que niegue ser un asesino y que justifique su infamia con sonrisas mientras la comete. Sin embargo, sufrirá y verá sus intenciones en pesadillas en las que las sonrisas habrán desaparecido, y en las que su propósito sale al encuentro de su horrorizada conciencia para seguir acosándolo. […] La envoltura no hace el regalo. Una caja vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darla, sigue estando vacía. Y tanto el que la recibe como el que la da no podrán seguir engañándose por mucho más tiempo.” (Un Curso de Milagros)
Andrés Rodríguez